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Finitud e infinitud del universo

  • Foto del escritor: Angel Rafael Sosa Muniz
    Angel Rafael Sosa Muniz
  • 17 may 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 27 may 2020


     La pregunta acerca de la finitud o infinitud del universo siempre ha atraído la atención de los científicos y pensadores. Numerosas interpretaciones se han tenido acerca de este tópico a lo largo de la historia. En la antigüedad griega, la finitud era relacionada con la perfección, de modo que esa finitud sería un aspecto de la perfección del universo. Sin embargo, con el nacimiento de la física clásica en el siglo XVII, los veredictos parecían favorecer la idea de un universo homogéneo e infinito. En el siglo XVIII el mismo Kant argumentaba que tanto la infinitud como la finitud del universo nos llevaban a aporías imposibles de resolver para nosotros. Con el pasar del tiempo la física se desarrolló hasta alcanzar los modelos cosmológicos que parecían darle la razón a los antiguos griegos.


Visión desde la física moderna


       En el siglo XX, algunos avances de la ciencia han abierto nuevos panoramas a este problema, el cual podemos considerar con relación al espacio o al tiempo.


      Por lo que se refiere al espacio, la teoría de la relatividad general nos indica que el universo podría ser finito pero ilimitado, como si estuviese curvado sobre sí mismo de tal modo que, por mucho que avancemos nunca encontraríamos un límite último. Algo similar a caminar sobre una superficie esférica: podríamos caminar en cualquier dirección indefinidamente sin tropezarnos nunca con un final. Sin embargo, esta comparación no alcanza a abarcar todos los problemas.


     Por lo que se refiere al tiempo, los modelos que cada vez cobran más fuerza y adeptos dentro de la comunidad científica son aquellos que marcan un inicio temporal en el universo. Estos modelos contemplan al universo como poseyendo una edad limitada, que se suele cifrar en torno a los quince mil millones de años. El universo parece tener una historia y una evolución a partir de un origen en el tiempo. Sin embargo, con ello no se resuelve completamente el problema, puesto que aún falta explicar cuál fue el origen de la gran explosión inicial: siempre será posible apelar a un estado anterior, diferente, de la materia y la energía que conforman el universo. La ciencia por sí sola no se encuentra en condiciones de negar esa posibilidad, principalmente porque escapa de su marco de estudio. En efecto, la pregunta: ¿El universo comenzó a existir? carece de significado científico, pues la pregunta es de carácter eminentemente metafísico.


     También en el caso del tiempo se ha intentado formular una propuesta semejante a la relatividad general en relación al espacio. En concreto, Stephen Hawking ha sugerido que, de acuerdo a las hipotéticas teorías de la gravedad cuántica, podría suceder que el universo fuera limitado en el tiempo y que, al mismo tiempo, no se pudiera señalar un momento concreto para su origen, porque al aproximarnos más y más a ese momento el concepto mismo de tiempo se vería alterado, pudiéndose perder su significado.


     Desde el punto de vista filosófico, el universo es limitado porque es un conjunto de creaturas limitadas. En sentido estricto, sólo Dios puede ser infinito. La eternidad de Dios no es una duración ilimitada: Dios se encuentra fuera del tiempo [2], y el tiempo no existe independientemente del universo. A estos efectos, poco importa la magnitud espacial y temporal del universo, cuyo ser necesariamente depende de Dios. Por otra parte, cuando los cristianos admiten que el tiempo se ha originado con el universo, y que éste no tiene una duración ilimitada, lo hacen apoyándose en la revelación, no en demostraciones científicas o filosóficas. Esto no implica que no se tengan buenos argumentos para ello.


~Rafael


Bibliografía:


[1] Artigas, M. (2003). Filosofía de la naturaleza. Madrid, España: EUNSA.

[2] Existen posturas que difieren a la nuestra en los atributos divinos, en especial en la temporalidad. Una de ellas es la del filósofo de la religión William Lane Craig. Véase su teoría del Dios híbrido.

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