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El Oficio Divino

  • Foto del escritor: Angel Rafael Sosa Muniz
    Angel Rafael Sosa Muniz
  • 15 jun 2020
  • 5 Min. de lectura


Breve historia del Oficio Divino


     Observando la amonestación de San Pablo: "Orad sin interrupción" (1 Tes., 15,5), la Iglesia Católica ha mantenido este mandato a lo largo de los siglos. Los primeros cristianos tuvieron la costumbre de rezar el Padre Nuestro 3 veces al día [1]. Luego, con Clemente de Alejandría, se atestiguaría un oficio formulado con tiempos precisos [2]. Pero no fue hasta el cese de la persecución cristiana (Siglos IV y V d.C) que se pudo establecer la Liturgia de las Horas, también llamado el Oficio Divino, en las Catedrales.


     Con la aparición de las ordenes monásticas, el Oficio Divino se vería impulsado y desarrollado, sobre todo las horas denominadas Vísperas y Laudes, aumentando la cantidad de textos bíblicos que se usaban. Bajo este ambiente de síntesis entre las ordenes monásticas y el Oficio Divino, el canto salmódico y la música litúrgica alcanzarían su plenitud mediante el uso del canto gregoriano. Con la llegada de la ley carolingia en el siglo X se extendería la obligación del rezo a todas las iglesias y, en 1230, con la ayuda de la orden franciscana se cristalizarían las primeras ediciones de lo que se llamaría "El breviario", mismo que sufriría muchos intentos de reforma y unidad después del Concilio de Trento. Será hasta 1568 cuando se establezca el libro ya unificado, el mismo que en 1911 por decreto de San Pío X se le añadirían salmos para cada día y se establecería un nuevo orden que sería retocado por el Concilio Vaticano II, teniendo la primera versión en español para 1979.


Acerca de la liturgia de las horas


     Dada la necesidad de rezar y elevar las oraciones al Padre por medio de Jesucristo, la Santa Madre Iglesia ha dispuesto de una oración que serviría como el rezo oficial y público de la Iglesia. Articulada en torno de las horas canónicas, constituye la oración oficial de la Iglesia, siendo propia de todo bautizado. Como todo acto litúrgico, su forma variará dependiendo del rito. No obstante, su significado será el mismo. Gracias a esto, el Concilio Vaticano II ha dedicado todo el capítulo IV de la constitución "Sacrosanctum Concilium" a un análisis de la función de esta oración en la Iglesia de Cristo.


     No pretendo realizar un estudio (o exposición) completo acerca del Oficio Divino, esto se trataría de una tarea que me supera con creces. Por lo que, sólo busco dar una exposición breve y divulgativa de esta oración que a veces puede pasar desapercibida entre los laicos.


El Oficio Divino a la luz de la Sacrosanctum Concilium


     Con el himno que se canta perpetuamente en las moradas celestiales, el cual fue introducido por el Sumo Sacerdote de la nueva y eterna Alianza, Cristo Jesús; Él mismo une a Sí la comunidad entera de hombres y la asocia al canto de este divino himno de alabanza.


     Esta función sacerdotal se prolonga a través de su Iglesia que, sin cesar, alaba al Señor e intercede por la salvación de todo el mundo. Los alcances de ésta función no se quedan únicamente en la celebración de la Eucaristía, sino que se encuentran, también de manera especial, en el rezo del Oficio Divino [3]. De modo que, cuando los sacerdotes y todos aquellos que han sido destinados al rezo del Santo Oficio por institución de la Iglesia cumplen debidamente con el cántico de alabanza (por virtud de ser el cuerpo místico del Cristo) [4], esto mismo ocurre cuando los fieles oran junto con el sacerdote en la forma establecida, es entonces en verdad la voz de la Esposa que habla al Esposo; más aún, es la oración de Cristo, con su cuerpo, al Padre [5].


     Por tanto, concluye el Concilio, todos aquellos que ejercen el rezo de el Santo Oficio, cumplen, por una parte, con la obligación de la Iglesia, y por otra, participan del altísimo honor de la Esposa de Cristo, ya que, al alabar a Dios, se encuentran ante su trono en nombre de la madre Iglesia [6].


Estructura del Oficio Divino


     Gracias a la conservación de las tradiciones antiguas, el Oficio Divino se encuentra estructurado de tal manera que la alabanza de Dios se encuentra consagrado al curso entero del día y la noche. Siendo el fin del Oficio la santificación del día, el Concilio manda que se restablezca el curso tradicional del rezo de las Horas, de modo que, dentro de lo posible, éstas correspondan de nuevo a su tiempo natural, teniéndose en cuenta las circunstancias de la vida moderna en que se halla el pueblo de Dios y especialmente aquellos que se dedican al trabajo apostólico [7]


     Distinguimos, en general, dos niveles de celebración en la liturgia: las llamadas horas mayores y las horas menores. Las horas mayores, por decreto del Sacrosanto Concilio, abarcan las horas de Laudes y Vísperas [8], las cuales corresponden a la oración matutina y la oración vespertina, a la vez de serlo también el Oficio de lecturas también llamado Maitines [9]. Dentro de las horas menores se pueden encontrar las horas de Tercia, Sexta, Nona y las Completas.


Cada hora posee los siguientes elementos:


  • Invocación inicial

  • Himno

  • Salmodia (En la que pueden añadirse, durante las horas mayores, textos bíblicos no sálmicos llamados cánticos)

  • Lectura Bíblica (y Lectura Patrística durante el Oficio de lecturas)

  • Responsorio

  • Cántico evangélico (Benedictus o el Magnificat), las preces y el Padre Nuestro (Sólo en Laudes y Vísperas)

  • Oración Final y despedida.

     Por decreto del Concilio, se suprimió la Hora de Prima y, siguiendo lo dicho anteriormente, si se reza el Oficio fuera del coro, entonces se puede rezar una de las tres horas dependiendo de la que más se acomode al momento del día [10].


El Oficio Divino como fuente de piedad


     Dado que la Liturgia de las Horas se constituye como la oración pública de la Iglesia, se trata, pues, de una fuente de piedad y alimento de la oración personal. De ahí la importancia de que, al momento del rezo, la mente concuerde con la voz. Para esto, el Concilio manda a toda la Santa Iglesia a adquirir una instrucción litúrgica y bíblica profunda, principalmente acerca de los Salmos [11].


     Dicho esto, el Oficio Divino se establece como una oración importantísima para el Católico, de modo que, resulta una buena opción el hacer de ella parte de su oración personal, en la cual se estará uniendo a la Iglesia misma, que alaba por medio de Jesucristo al Padre.


Normativa canónica


     El rezo del Oficio Divino, si bien para el laico es opcional, para ciertas personas que lleven algún estilo de vida consagrada, como el caso de los sacerdotes o religiosos, se establece para ellos el rezo "sub gravis" del Santo Oficio. Esto quiere decir que la omisión voluntaria del rezo del Oficio Divino equivale a materia de pecado mortal, según la dubbia respondida por la Congregación para el Culto Divino y la Congregación del Clero [12].


Donde comenzar a rezar


El rezo del Oficio Divino se hace día tras día sin descanso alguno. Para facilitar el acceso de los fieles al rezo del Santo Oficio se han diseñado distintas páginas web, aplicaciones y libros que incluyen las lecturas y el como rezarlas a lo largo del día. El lector podrá encontrar las lecturas y el rezo del Oficio Divino completo en: https://liturgiadelashoras.github.io/


~Rafael


Bibliografía y Referencias


[1] Didaché VIII, 3


[2] Stromata 7,7


[3] Cfr. S.C. 83


[4] Pío XII, Mystici Corporis Christi, Ciudad del Vaticano, 1943; S.C. 99


[5] Cfr. S.C. 84


[6] Cfr. S.C. 85


[7] Cfr. S.C. 88


[8] Cfr. S.C. 89a


[9] El Oficio de lecturas es el rezo que se da en la hora más temprana del amanecer que sirve para el resto de la Liturgia de las Horas. Suele rezarse a las doce de la noche o en las primeras horas de la madrugada.


[10] Cfr. S.C. 89d - 89e.


[11] Cfr. S.C. 90


[12] Respuestas acerca de la Obligatoriedad de la recitación de la Liturgia de las Horas, Prot. No. 2330/00/L.

 
 
 

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