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El valor de la apologética

  • Foto del escritor: Angel Rafael Sosa Muniz
    Angel Rafael Sosa Muniz
  • 19 may 2020
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 27 may 2020


Nota: El presente escrito pretende plasmar mi pensamiento, evidentemente personal, respecto a un tema sobre el que se envuelve un carácter mayoritariamente polémico. En efecto, la apologética a día de hoy se ve envuelta en polémicas que han provocado distintas reacciones en la cristiandad. Por lo tanto, mi objetivo es aportar breves reflexiones y pensamientos que he tenido los últimos días respecto a este tópico.


Panorama general


         Vivimos en un mundo donde la crítica, muchas veces mal informada, se ha vuelto el pan de cada día para sistemas de creencias, filosofías y, en general, posturas de distintas clases e índoles. La religión no es la excepción.


           Ciertamente, tras acabar con el panorama positivista, el cual despreciaba todo conocimiento y práctica que no fuera cuantitativa y explicable en términos de materia y energía, las heridas en la sociedad que dicho marco nos impuso no han sido cerradas por completo. Si a eso le añadimos la pizca de secularismo y rebeldía religiosa propiciadas por los filósofos de la sospecha (y un sin fin de cosas más), entonces tenemos el mundo del día de hoy.


      No intentaré ahondar mucho en lo que es evidente para todos mis contemporáneos (que es para quienes dirijo este escrito); pues es obvio para todos nosotros que después de habernos alejado de los panoramas racionalistas, los movimientos posteriores acabaron por promulgar una suerte de filosofía subjetiva y egoísta, que a día de hoy es la imperante en la sociedad. La desaparecida noción de una verdad objetiva, un criterio absoluto de la moral y, en general, una noción de pertenencia a la realidad objetiva han desembocado en las catastróficas situaciones del siglo XX y cuyos estragos siguen a día de hoy en el siglo XXI. En este sentido me encuentro en un fuerte conflicto, como en medio de Vargas Llosa y Octavio Paz en su disputa sobre occidente en aquellos lejanos días de 1987.


          En un mundo pos-moderno, libre de las ataduras de la verdad y la moral, las creencias absurdas y los movimientos totalmente irracionales cobran fuerza día con día. Esto tiene fuertes implicaciones en los modos de actuar y de pensar en la gente. A cada momento son mas las personas que terminan abandonando sus antiguas creencias en pos de algunas nuevas. Particularmente, esto se da de manera evidente en la religión. Día con día el ataque a las religiones, en especial a la cristiana, cobra la fe de muchísimas personas. La apostasía se hace algo común y, hasta cierto punto, normal para las personas.


        Podemos atribuir estas desgracias al gran destierro de Dios del ámbito público. Nietzsche ya lo venía anunciando en el aforismo 125 de "La gaya ciencia". En efecto, el abandono de los valores cristianos y el sentido de pertenencia a la religión cristiana por parte de occidente es, a mi modo de ver, el punto clave de muchos problemas del día de hoy. Es evidente que no vivimos en una sociedad en donde ser cristiano devoto sea bien visto y apreciado.


        Por si no fuera poco, la fe no recibe ataques únicamente por fuera, sino también por dentro. Los escándalos sexuales, los engaños, la ignorancia catequética y el desinterés por la doctrina de parte de laicos, religiosos y sacerdotes van poco a poco minando a la Iglesia Católica en el sentido Chestertoniano de la expresión. Hace unos días mi padre me platicaba que en su juventud él nunca creyó poder presenciar a un sacerdote que defendiera públicamente la herejía. A mi me parece mucho más impresionante que este sacerdote no reciba un castigo por eso. A día de hoy la mediocridad del catolicismo a nivel popular es un síntoma alarmante que debe ser tomado muy en cuenta por todos los que nos decimos católicos. La crisis es fuerte y desalentadora, ¿qué hacer ante ésta situación?


La función de la apologética


El disenso es un acto plenamente común y normal entre todas las personas. En todas las épocas y eras el estar en desacuerdo parecía una gran oportunidad para promover el diálogo, todo esto con el objetivo de alcanzar la verdad. Los diálogos de Platón son prueba de esto. No obstante, en los tiempos recientes el sentido de discrepancia y desacuerdo parece que ha sido condenado por las sociedades si no se está a favor de lo políticamente correcto.


En cierto sentido, me atrevería a decir que muchas personas de la Iglesia se han contagiado de semejante espíritu conformista. Digo esto porque me parece que son muchas las personas que condenan a la apologética, tachándola de inútil y como una actividad que sólo sirve para pelearse. No puedo estar en más desacuerdo con esto.


La apologética ha acompañado a la Iglesia prácticamente desde su nacimiento. Basta observar el diálogo que Pablo mantenía con los atenienses estando de píe en medio del Areópago. Si ésto no nos convence, observemos el nombre que numerosos eruditos de la antigüedad daban a sus obras: "Summa contra gentiles" y "Contra las herejías" son los nombres de sólo algunas de varias obras que podemos encontrar en los Santos y doctores de la Iglesia.


Me gusta pensar en la apologética como con una doble naturaleza: por una parte caritativa y por otra combativa. Ciertamente, si estamos convencidos de que estar en comunión con Dios y su Iglesia es el mayor bien que se le puede dar al prójimo, y los cristianos estamos llamados a la vida y a llamar a los demás a ella, entonces se sigue que la apologética, fuera de su carácter defensivo hacia la fe, se constituye como uno de los actos de mayor caridad que podemos hacer por el hermano.


Claro está que el mandato de nuestro Señor expresado en Marcos 16, 15-18 no puede ser completado a día de hoy como lo fue hace muchos siglos. Hagan la prueba, vayan con cualquier joven de hoy y, careciendo de cualquier tipo de formación apologética, denle el mensaje del evangelio. Si no se mofan entonces les será indiferente (esto no quiere decir que no hayan casos en los que sirva hacer esto de modo tan directo). Los jóvenes de hoy tienen muchas dudas y preguntas, así como prejuicios sobre la religión. Es aquí donde la apologética nos puede servir como pre-evangelización y como puente que nos haga entrar en diálogo con éstas personas que se encuentran fuera de la Iglesia.


Por amor a Dios y su Iglesia es también por lo que el cristiano debe de entrenarse en la apologética, al menos en lo básico. La herejía parece estar bien establecida intelectualmente a día de hoy, la blasfemia es el pan de cada día, las mofas y burlas a la religión se establecen como la opinión popular y el abandono de la moral mediante el envilecimiento del cuerpo y la constante promulgación de leyes a favor del aborto y la homosexualidad son realidades que no podemos dejar pasar inadvertidas. Dios nos libre de tener que responder ante eso con una actitud permisiva.


La apologética debe ser, pues, una de las herramientas del cristiano en el mundo posmoderno de hoy. Me atrevo a decir que en los tiempos recientes, la necesidad de defender la fe se ha incrementado notablemente. No sólo por el ataque irracional de la sociedad, sino también por el auge de nuevas filosofías que parecen desacreditar la fe religiosa mediante silogismos muy bien estructurados y argumentos bastante persuasivos. En este contexto, la cristiandad debe prepararse para lanzar una ofensiva al mundo. Cada quien desde su posición y en base a sus pobilidades debe de procurar una formación constante y una espiritualidad cada vez más fuerte con nuestro Señor.


Me atrevo a decir que sin la apologética, la historia del mundo y de la Iglesia sería muy diferente a día de hoy, no creo que para bien.


~Rafael

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