La verdad y validez de un argumento
- Angel Rafael Sosa Muniz
- 26 ene 2020
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 27 may 2020

Cuando nos encontramos de frente con una argumentación científica, es típico confrontar la situación de que existen argumentos falsos que, sin embargo, son lógicamente validos. Esto a primera vista parece una locura y suele suceder con frecuencia que algunos malinterpreten la validez de un argumento, declarándolo automáticamente como verdadero únicamente porque su estructura lingüística se encuentra en acuerdo con las leyes de la lógica.
Al lógico le interesa todo razonamiento sin importarle el contenido del mismo, sino sólo desde un punto de vista especial. Este punto de vista especial es, a resumidas cuentas, la validez lógica de la estructura del argumento.
En este breve artículo marcaré la distinción entre la veracidad y la validez lógica de un argumento.
La naturaleza del argumento
La inferencia es una actividad en la que se afirma una proposición sobre la base de otras proposiciones aceptadas como el punto de partida del proceso [1].
Las proposiciones son verdaderas o falsas, y en esto difieren de las preguntas, órdenes y exclamaciones. Es costumbre distinguir entre las oraciones declarativas y las proposiciones que se afirman al pronunciar aquéllas. La distinción se hace resaltar observando que una oración declarativa es siempre parte de un lenguaje, lengua en que se dice o se escribe, mientras que las proposiciones no son privativas de ninguna de las lenguas en que se expresen.
En cada proceso de inferencia posible corresponde un argumento, y acerca de estos argumentos trata la lógica primordialmente. Un argumento puede definirse como un conjunto de proposiciones en los cuales se afirma que hay al menos una que se sigue de todas las demás, considerando estas como fundamento de la verdad de aquellas. Hay que tener cuidado de no confundirnos, el concepto «argumento» posee diferentes significados en el lenguaje cotidiano, pero en la lógica tiene un sentido técnico ampliamente explicado.
Todo argumento posee una estructura, en cuyo análisis se suele dividir entre las «premisas» y la «conclusión». La conclusión es aquella proposición que se deriva de la otras proposiciones asumidas como verdaderas, por otra parte, las premisas son aquellas proposiciones que sirven como base para la aceptación de la conclusión y son, primordialmente, objetos principales en el proceso de inferencia.
Es importante notar que las proposiciones pueden jugar ambos roles en el proceso de inferencia. El que una proposición sea conclusión o premisa depende de la estructura lingüística y lógica que se utilice para expresar un razonamiento. Esto es, depende del contexto en el que se le utilice. Una proposición es una premisa cuando se presenta en un argumento en el que se la supone para demostrar otra proposición, y es una conclusión cuando se presenta en un argumento que se pretende la demuestra basándose en el resto de proposiciones que se suponen como verdaderas.
Podemos, entonces, notar que la proposición «Todos los hombres son mortales», es premisa en el argumento [2]:
1.Todos los hombres son mortales.
2. Sócrates es un hombre.
C. Por lo tanto, Sócrates es mortal.
Y conclusión en el argumento:
1. Todos los animales son mortales.
2. Todos los hombres son animales.
C. Por lo tanto, todos los hombres son mortales.
En todos los argumentos se pretende que las premisas proporcionen algún fundamento para la verdad de su conclusión.
Podemos, pues, distinguir dos tipos de argumentos «principales», el «deductivo» y el «inductivo». El argumento deductivo parte de enunciados o proposiciones universales (también llamadas generales) tales como: «Todo lo que comienza a existir tiene una causa», «Todos los hombres son mortales» o «Todos los presidentes son famosos», para llegar a una conclusión partícular. De ésta manera decimos que el argumento deductivo parte de lo general para llegar a lo singular, en otras palabras, deducimos una proposición singular a partir de una proposición universal. Una característica propia del argumento deductivo es que su conclusión necesariamente se ha de seguir de sus premisas. Esto significa que, en un argumento deductivo, se pretende que las premisas provean un fundamento absolutamente concluyente.
El argumento inductivo, por otra parte, parte de enunciados o proposiciones singulares para después llegar a verdades generales. En el argumento inductivo sólo se pretende que sus premisas provean algún fundamento para sus conclusiones. Los términos «válido» e «inválido» no pueden ser, por tanto, aplicados con propiedad a los argumentos inductivos, por esta razón no nos referiremos a ellos en este escrito. No obstante, cabe señalar, que los argumentos inductivos difieren entre el grado de verosimilitud o probabilidad que sus premisas confieren a sus conclusiones.
Verdad y validez de un argumento
La verdad y falsedad caracterizan a las proposiciones y puede decirse, en sentido derivado, que caracterizan las oraciones declarativas en que se las formula. Pero los argumentos no se caracterizan en tanto son verdaderos o falsos, al lógico interesa más que el argumento sea lógicamente válido que verdadero. Por supuesto que existe una conexión profunda entre la validez y la veracidad de un argumento, pero esta conexión no es de ningún modo una conexión simple.
Existen argumentos válidos que contienen proposiciones verdaderas, como, por ejemplo:
1. Todos los murciélagos son mamíferos.
2. Todos los mamíferos tienen pulmones.
C. Luego, todos los murciélagos tienen pulmones.
Este argumento es lógicamente válido, pues su estructura lingüística se corresponde con las reglas lógicas de inferencia, de igual forma, se trata de un argumento veraz, pues sus premisas son verdaderas. Esto hace que la conclusión necesariamente sea verdadera. A este tipo de argumentos se les suele decir como argumentos «sólidos».
Sin embargo, un argumento puede tener premisas falsas y ser lógicamente válido a pesar de todo:
1. Todas las truchas son mamíferos
2. Todos los mamíferos tienen alas
C. Por tanto, todas las truchas tienen alas.
Este argumento es lógicamente válido, pues su estructura lingüística está en perfecto acuerdo con las reglas de inferencia. No obstante, el argumento no es, de algún modo, verdadero pues todas sus premisas son falsas. Lo único que podemos concluir de este argumento es que, de ser sus premisas verdaderas, la conclusión habría de serlo también.
Podemos concluir, entonces, que la validez de un argumento no supone la veracidad del mismo. Un argumento puede ser perfectamente válido y falso al mismo tiempo. En todo argumento deductivo, la validez del argumento es de gran importancia en la argumentación, pues, un argumento puede ser válido y no verdadero, como ya dije. A este argumento se le conoce como un argumento «No sólido». Cabe destacar que todo argumento inválido es un argumento no sólido.
Existen dos condiciones que debe satisfacer un argumento para establecer la veracidad de su conclusión. La primera de ellas es la validez lógica, la segunda de es la veracidad de sus premisas. Sólo de esta manera podemos afirmar que la conclusión dada por el argumento es veraz. Al lógico sólo atañe la primera de estas condiciones. Determinar la verdad o la falsedad de las premisas es tarea de la investigación científica en general, pues las premisas pueden tratar de cualquier asunto.
~ Rafael
Bibliografía:
[1] Copi, I. (1985). La lógica y el lenguaje. En Lógica Simbólica (pp.16 - 20). México: Continental.
[2] Ibid.
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