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El Yoga y la paradoja occidental.

  • Foto del escritor: Angel Rafael Sosa Muniz
    Angel Rafael Sosa Muniz
  • 9 sept 2019
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 27 may 2020




La única justificación posible para éste artículo, consiste en ser la respuesta a la crítica que me han hecho por una serie de comentarios rápidos; pero sinceros comentarios acerca de mi postura respecto al tema que nos congrega hoy.


Hace ya un par de semanas que publiqué una serie de comentarios en contra de la oferta de clases de Yoga en mi universidad, cuyo objetivo consiste en dar espacios de recreación a los alumnos del instituto. Mi crítica no fue tomada del todo bien ante amigos de cuyos intelectos tengo caluroso respeto, donde arremetiendo contra mis comentarios, intentaron hacerme ver lo errado de mi postura, apoyando la idea del Yoga. Ésta actitud fue la que más me sorprendió, no porque me objetaran o no estuviesen de acuerdo conmigo pues, considero que en materias referentes a la vida y su modo de vivirla estamos en diametral desacuerdo, y lo hemos visto en nuestras numerosas discusiones informales. No obstante, mi sorpresa fue que ellos, que se pronuncian ateos, defendieran a la práctica religiosa a capa y espada ante el ataque de otro religioso. Por supuesto que, existe la posibilidad de que se niegue (al igual que como se hizo antes) la relación entre el Yoga como una de las doctrinas hinduistas y un ejercicio físico aparente.

Tal vez fue imprudente hacer tal crítica a alguien que escribe con la intención de refutar las ideas contrarias y demostrar las propias ante la menor provocación.

La idea general de éste escrito, es expresar la filosofía que me ha llevado a afirmar lo que he dicho. El lector sagaz se dará cuenta que éste escrito será más informal que los que suelo escribir, pues me valdré de analogías y algunos elementos más informales que una deducción lógica formal, a fin de darme a entender lo mejor posible y en contemplación de a quienes va dirigido éste escrito. Por supuesto que lo haré siempre que no pierda la esencia y rigurosidad de lo que intento comunicar. Comencemos pues, la empresa de demostrar el porque de mi pensamiento acerca del Yoga y lo que personalmente denomino la «Paradoja Occidental».


Los aforismos del Yoga


Así como antes de construir una casa, el arquitecto debe definir bien los cimientos de su obra, así nosotros debemos de cimentar nuestro conocimiento del Yoga antes de hablar de ella. En efecto, sería una imprudencia hablar de algo que se desconoce. Empecemos pues, por definir de dónde viene la palabra «Yoga». El nombre de esta práctica proviene del sánscrito «Yoga» que significa «unión», empezamos a ver la índole religiosa desde el mismo nombre de nuestro objeto de estudio.

Sea ya por provenir de una lengua litúrgica indú, o ya por el significado de la palabra que hace alusión a la unión de lo contingente con lo divino, se deja entrever la clase de objeto que estudiaremos.

Los orígenes de la práctica, según afirman los hinduistas, se remontan desde la eternidad. Pues el Yoga no ha tenido comienzo, él ha sido eterno. La verdad es que, dentro de ella, se han identificado algunos fundadores de las distintas corrientes del Yoga o al menos sus principales referentes históricos, siendo el principal de ellos el fundador del Yoga como tal. Patanshali fue el fundador de la escuela del Yoga, y en cierto modo, podemos decir que fue el responsable de que existan seis doctrinas religiosas dentro del hinduismo ortodoxo, pues el Yoga es una de ellas. Nacido según la tradición en el siglo III a.C, vivió como Yogui, aprendiendo las enseñanzas del sankhia (Una de las seis doctrinas del hinduismo) y escribiendo después el yoga-sutra, basándose en la doctrina Sankhia y en las escrituras sagradas Bhagavad-Gita.

Dentro del Yoga, existen diversas ramas que poseen diversas doctrinas, pero comparten un tronco común. A saber que existen dos tipos de practicantes de Yoga


1. Los Gñanis son los primeros de los que nos ocuparemos. Ellos quieren fundirse en la existencia del absoluto. Para éste practicante, el sentido del bhakta (Movimiento religioso que enfatiza el amor por un dios) es fundirse en el ser de dios y ser uno con él.

2. Los Bhakti-yoguis condenan el movimiento anterior, pues para ellos lo único que les espera a los otros es el infierno. Para éste practicante, el Yoga consiste en una relación personal con dios.


De la misma manera, se considera que existen principalmente, tres tipos de Yogas


1. El raya yoga, también conocido como el «Yoga rey» es el yoga principal, fundado por Patanshali.

2. El gñana yoga también llamado «El sendero del conocimiento».

3. El karma yoga basado en las enseñanzas del Bhavagad-Gita.


Patanshali, escribió en el libro litúrgico yoga-sutra, lo que se conoce como el ashta-anga yoga o el «Yoga de los ocho miembros». Donde se adhiere a ocho máximas que todo prácticante del Yoga debe de cumplir:


1. iama o Prohibiciones: No violencia, no mentir, no robar, celibato, estudio de las sagradas escrituras y aprecio del hogar.

2. niyama o Preceptos: Pureza física y mental, completa satisfacción, disciplina, recitar las sagradas escrituras para uno mismo y ofrecerse a dios.

3. asana o Postura.

4. pranaiama o Control del prana.

5. pratiajara o Control de los sentidos.

6. dharana o Concentración.

7. dhiana o Meditación.

8. samadhi o Completa absorción.


El yoga, posee varias posturas las cuales han sido pensadas para ayudar a alcanzar el nirvana, para posteriormente unirse con el Brahman.


Mucho hemos hablado ya acerca del Yoga y de como se constituye como una de las prácticas religiosas más importantes del hinduismo e incluso del budismo. No es objeto de hoy demostrar si es verdadera o falsa su doctrina, por lo que dejémosla y enfoquémonos, ya sabiendo, en la cuestión que nos aborda.


Las paradojas de la mente


Es bien sabido que existen personas que practican el Yoga sin tener conocimiento o intención de comulgar con su aspecto religioso, algunos reduciéndola a una práctica de salud o como un mero ejercicio de relajamiento. En el primer caso, la ignorancia no te exime del error y en el segundo, la necedad tampoco lo hace. Ésta fue, de hecho, la primera objeción que se me planteó, la distinción necesaria entre la práctica religiosa y la práctica física. No obstante, hay que darse cuenta, del absurdo que implica eso. De la misma manera en que es imposible pensar a la sustancia sin hacer presente a los accidentes, es imposible la práctica religiosa sin comulgar de su espiritualidad y por ende de su creencia. En efecto, si observamos lo que nos dice el filósofo, «del obrar se sigue el ser», y como del ser encontramos un devenir de potencias que no vienen más que de la forma (o alma si se quiere entender así) y que nos conformarán en el ser, será necesario inferir que del ser obtendremos el modo de ser. Por lo tanto, del obrar se sigue el ser y del ser el modo de ser. Luego tendremos que no es posible convertir la práctica religiosa en una práctica meramente física, sino que siempre tendremos parte de sus preceptos en ella.

Si hemos convenido en esto, nos daremos cuenta de lo irracional que es ser partícipes del Yoga e intentar ignorar toda su cargar espiritual que conlleva detrás, esto será igual de irracional que ir a la Santa Misa únicamente por el sermón del cura e intentar ignorar todo el trasfondo litúrgico que conlleva.


Así como resultaría paradójico, que un ateo practicase el rezo del rosario porque la repetición constante de los rezos lo calmasen y relajasen, resultaría igual de paradójico que un ateo practicase el Yoga únicamente porque sus posturas y mantras lo relajan y calman. Es exactamente el mismo fin, lo único que cambia es la parte del cuerpo con que se hace la acción y a quien se le reza.


No obstante, el propósito de mi crítica no consistía en demostrar que la práctica es inseparable de la creencia, sino era algo mucho mayor que eso. Mi objetivo era comentar la doble vara con que la sociedad actual juzga acerca del tema religioso en cuanto al Cristianismo comparado con otras religiones: Si el tema es cristiano, no podemos dejarnos llevar por el "fanatismo religioso", si es budista, islamico, brahamanista, hinduísta y hasta satánico, ¡bienvenida sea la diversidad!


La paradoja occidental


La idea fundamental, consistía en un comentario en donde hacía alusión a que hubiese sido un escándalo si en vez de clases de Yoga se impartieran clases de Teología o formación moral con enfoque Tomista - Cosa que sigo pronunciando hasta este momento - Me atrevo a decir incluso que clases de Teodicea (cosa muy distinta a teología y que sí se le puede ver desde un punto de vista secular) hubiesen sido objeto de debate.


Rápidamente se me objetó que me estaba olvidando acerca de la laicidad del estado y que, por tanto, no podía enseñar esas materias. No obstante, no estoy hablando de si el estado es laico o no, ni tampoco me he olvidado de eso, antes bien, defiendo la laicidad del estado criticando la decisión tomada. En efecto, teniendo un estado federal laico y estando en una institución laica, no veo como es admisible la inclusión de una práctica religiosa de manera tan abierta e impulsada. En este punto es donde es preciso preguntarnos, ¿Es la práctica religiosa la que nos molesta o es otra cosa?


La respuesta a ésta pregunta es más compleja de lo que parece, y aquí es preciso dejar de hablar del Yoga, para entrar en el trasfondo de la cuestión, pues debemos de introducir lo que personalmente llamo «Paradoja Occidental». Éste concepto resultó de una serie de meditaciones personales acerca del mundo occidental actual y bajo un escaso pero general conocimiento del desarrollo del mundo. En efecto, en la historia del mundo occidental hemos siempre visto un patrón que se repite a lo largo de la historia. Desde los antiguos hasta nuestra época hay algo que se repite siempre tras el apogeo de una civilización, y lo observamos con mucha claridad en los dos imperios más grandes que ha visto éste mundo.


¿Qué parecido tiene Roma con Madrid? Simple, que ambas ciudades fueron en algún momento la capital del mundo, pues cada una, a su debido tiempo, tuvo el trono del imperio que había de reinar en aquella época. No obstante, las similitudes entre el imperio Español y el Romano no se reducen a el influjo político o militar que ellas ejercían sobre occidente, sino que se remite a algo mucho más trascendente, me refiero aquí al credo que profesaba la corona. Es bien sabido que los dos imperios más grandes que ha visto nacer éste mundo han profesado la misma fe católica, y que el influjo de ésta fue en parte lo que hizo grande a estos imperios y por consiguiente al mundo mismo. Lo curioso resulta que así como el imperio donde «no se ponía el Sol» y el Imperio de los sucesores de Nerón compartieron la misma muerte. Ambos, olvidándose de aquello que los había hecho grandes, escaparon de la tradición para ir a su muerte inevitable. Lo mismo ésta pasando ya no con un imperio o algún estado, sino con el mundo entero.


La Cristiandad fue la que llevó a Occidente a su apogeo, y así como Roma o España, Occidente se ha olvidado de lo que lo hizo grande alguna vez, y hoy vivimos el declive de lo que alguna vez fue el mundo de los hijos de Dios.


Nietzsche no se equivocaba cuando proclamaba la muerte Dios y señalaba a los culpables de tan atroz hazaña. Por supuesto, hemos sido nosotros los que hemos matado a Dios, desterrándolo de nuestra cultura, olvidándonos de lo que nos hacía grandes. Bajo este nihilismo es donde observamos los pilares del mundo fragmentarse, y todo lo que alguna vez construimos, ahora yace bajo nuestros pies, todo en nombre de un progresismo salvaje que busca hacernos olvidar que aquello que destruimos es lo que nos hizo grandes alguna vez.


La respuesta a la pregunta realmente es que no, no nos molesta la práctica religiosa. Lo que realmente nos molesta, es todo lo que nos recuerde a nosotros, a nuestro pasado, donde el pilar más fuerte que sostenía al mundo era la fe y era ésta fe cristiana la que nos hacía uno. Bajo éste sentido es correcto llamar a la ilustración «El Siglo de las luces», no por habernos sacado de la oscuridad, sino porque fue el siglo donde Occidente le dio la espalda a la luz. Ciertamente, la revolución francesa fue el momento en que dimos el primer golpe a los cimientos del mundo, y ante esto, el mundo entero tembló, los imperios cayeron y occidente comenzó a ver que el ocaso tocaba su puerta, y al abrirla, ha ocurrido el advenimiento de un grupo de doctrinas ajenas a nosotros que, envenenando nuestra cultura, proclaman fervientemente la muerte de Dios, y con ello la muerte del mundo.


~Rafael


Bibliografía:


[1] Chordá, Frederic; Martín, Teodoro; González, Isabel Rivero (24 de febrero de 2012). Diccionario de términos históricos y afines. Ediciones AKAL.

[2] Calle, Ramiro; y Morillo, Isabel (2005): Aprende yoga. Curso básico de yoga en teoría y práctica. Nivel básico (pág. 9). Madrid: Librería Argentina, 2005.

[3] Marshall, John H. (1931). Mohenjo-daro and the Indus Civilization (en inglés). Londres: Arthur Probsthain.

[4] Wendy Doniger, ed. (1999). Merriam-Webster's Encyclopedia of World Religions (en inglés). Springfield (Mass.): Merriam-Webster.

[5] Danilo Hernández: Claves del yoga (pág. 28), 1997.

[6] Jamie Silverstein. «Yoga’s Golden Rules – PART 1: Yamas». DoYouYoga (en inglés).

[7] Caroline Layzell. «The Yoga of Relationships Part Two: The Niyama». DoYouYoga

[8] Anna Coventry. «What Are The 8 Limbs Of Yoga?». DoYouYoga (en inglés).

[10] Woods, T. (2010). Como la iglesia construyo la civilizacion occidental. Mexico: Ciudadela Libros.

[11] Fazio, Mariano (1 de marzo de 2002). Historia de la filosofía III: Filosofía moderna. Palabra.


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